viernes, 22 de junio de 2012

Golpes marcaron la vida a kina .

Si le narro que pasé un día divertido, después de una espera tensa, pensará que es algo contradictorio. Pero es la verdad. Es que cuando uno tiene que entrevistar a una campeona del mundo, en un país de tan pocos “héroes”, siempre hay una dosis de adrenalina, preocupación, entusiasmo ¿Estará de buen humor? ¿Querrá hacer las fotos que buscamos?... 1:30 de la tarde. Andrés, el reportero gráfico, y yo esperamos pacientes, casi 20 minutos, a dos cuadras de Larcomar. Cada auto que se estaciona cerca nos acelera las pulsaciones. ¿Es ella?... ¿Ya viene?... Diez minutos más y Kina Malpartida baja de un auto blanco. “Hola, chicos, perdonen la demora”. ¡Es Kina! ¡Cómo no disculpar su retraso! Ella es “pueblo” y está vestida con un jean, casaca blanca, zapatillas del mismo color y un sanguchito en la mano. “Acá cerquita lo he comprado Están buenazos, son los mejores que he comido Primera vez que visito este lugar. ¿Cocinar?... Sí sé, ¿pero sabes qué, hermano?... Yo preparo mi arroz con huevo, su gaseosa y punto. En Estados Unidos vivo solita. No me “pulo” cocinando, porque casi siempre como solita”. Se saca sus gafas oscuras y veo nostalgia en sus ojos. Entrenar para sus peleas, lejos de su tierra, es una rutina que desgasta. “La gente dirá: “Esa Kina ya es campeona del mundo, gana su plata y hasta el próximo combate disfruta su billete”. No es así. Vivo en una habitación que me alquila una familia. Tengo que adaptarme a las costumbres de ellos, a no hacer bulla, dormir en los horarios que ellos manejan. Por eso entreno duro, me meto a mi cuarto y no salgo hasta el otro día que regreso al gimnasio”. Caminamos juntos, la miran, la saludan, gritan su nombre. Ella levanta la mano La observo y le pregunto: ¿Satura tanto amor?... “No, porque es amor. No niego que a veces subo con mis audífonos a un taxi, cansada, y el chofer me habla y habla, y yo digo cómo, no se da cuenta que estoy escuchando música, ja, ja, ja. Pero así es el cariño, no tiene límites”. Tenemos que recoger su vestimenta para las fotos. A punto de cruzar la avenida, aparecen más y más simpatizantes.
                                     

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